Por Omar Pérez Santiago
La corriente, la placa tectónica, el protoplasma poético, que mejor escribe poesía en América Latina en la actualidad, es sin duda, la placa neobarroca. Y Sergio Badilla y su reciente obra Ok. Atacama de Pentagrama Editores,-una obra post apocalíptica, delirante, ruidosa, divertida-, es una plena constatación. Ok Atacama es una poesía densa y con raíces en poderosas venas poéticas.
Hay raíces en el neobarroco chileno en Enrique Lihn (1929-1988). Inicialmente Lihn compartió venas e impulsos eléctricos, intereses y jugadas, con Nicanor Parra y fueron parte de la ruptura con la Placa Neruda. Lihn desarrolla su propio espacio territorial, con eferentes o seguidores. En los años 80 del siglo pasado se consolida el neobarroquismo de Enrique Lihn, una placa algo contestaría que recibe una importante dosis de sangre de José Lezama Lima (1910-1976), durante los años 60, tiempo convulso en que Enrique Lihn vivió en Cuba. Lezama Lima había estado influenciado por otro José, José Martí (1853-1895) y el vitalismo del barroco mexicano de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) y su culteranismo, de influencia gongorina. Otro protoplasma, otra Placa tectónica influyente en La Habana, fue Juan Ramón Jiménez (1888-1958), que llegó en marzo de 1937 a Cuba, donde viviría dos años. Lezama había publicado Muerte de Narciso
“Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo
Envolviendo los labios que pasaban
Entre labios y vuelos desligados.”
Y Juan Ramón Jiménez que, dicho en términos simples, defendía la “poesía pura” y no pasaba el trasfondo romántico, metafísico o militante de un poema, simpatizó con Lezama Lima. En octubre de 1949, Lezama viajó a México y su obra acepta la influencia mexicana, y su amistad con Octavio Paz (1914-1998), entre otros. La novela Paradiso de Lezama Lima, su obra cumbre, su única y gran novela, fue publicada en 5000 ejemplares en 1966, y en ella fluye su trayectoria poética de carácter barroco, simbólico e iniciático.
Creo que ya dije que Enrique Lihn se encontraba en Cuba en 1966. La situación de Enrique Lihn en Cuba fue algo compleja y finalmente traumática. La temporada vivida por Lihn en Cuba, dos años convulsos, marcaría decisivamente su vida y su escritura. Lo que interesa consignar aquí es que en Cuba, Enrique Lihn, cambió a sus módulos expresivos, hacia un pathos poético radicalmente pesimista y del desengaño. Sienta las bases de lo que Enrique Lihn bautizó como la poesía situada, un latinoamericanismo cáustico, mezcla de gusto por la poesía pura, los orígenes y el barroquismo latinoamericano.
“Ahora sí que te dimos en el talón
La muerte de la que huyas
Correrá acompasadamente a tu lado
Buenas noches, Aquiles”
El viaje de Sergio Badilla, su desplazamiento físico y poético, también es largo y no se queda en el mundo hispanohablante. Un joven Badilla salió de la cárcel de Pinochet de Valparaíso a Argentina, luego voló a Rumania y vivió años en Suecia. Paralelamente, realizó un viaje desde un vanguardismo de influencia surrealista, tal como sus jóvenes amigos Juan Luis Martínez (1942-1993) o Raúl Zurita de la quinta región de Valparaíso y evolucionó a través del tiempo a un maduro neobarroco. En Suecia era inevitable que se inyectara sangre del barroco nórdico a su cuerpo poético. Era inevitable pues el padre de la poesía sueca se llama Georg Stiernhielm (1598 – 1672) y pertenece al más poderoso barroco sueco. Y Hércules, su más conocido poema elegiaco, su más ilustre poema barroco:
Hércules despertó una mañana, en su primera juventud,
Lleno de angustia y furor, por como su vida empezaría,
Stierhielm es un poeta original, al que Sergio Badilla le ha dedicado, a través del tiempo, en esos largos inviernos suecos, más de algunos días y algunas noches, para traspasar el sueco antiguo.
Así, Badilla fue acumulando pisos y como los neobarrocos, cree que tiene mucho que decir con las herramientas del arte y la mitología y tiene una visión cosmopolita y culterana, moderna, crítica y desprejuiciada de la literatura. Así, Sergio Badilla, por carácter y estado de ánimo, por influencia ambiental, culto y conceptista, como el buen barroco, con sus ganas de decir, su sobre exposición de palabras, (¿para qué usar una palabra, cuando se pueden usar cinco?) ha inventado un mundo poético propio. El poema barroco -escribe Octavio Paz a propósito de Sor Juana Inés de la Cruz- no es un testimonio sino una forma verbal.
Sergio Badilla, con sus argucias de poeta neobarroco, utiliza lo paradójico, lo contradictorio, lo alegórico, lo mitológico, los efectos tremendistas, las descripciones sorpresivas, la exageración y también los juegos y caprichos literarios con emblemas y símbolos, y su principal símbolo: la muerte. El gusto narrativo por fusionar los espacios, ampliar las fronteras de los tiempos y la combinación de realidades, y el artificio. Así Badilla, escondiendo el tiempo, construye un mundo multicultural, muy democrático, donde la jerarquía social se disuelve por la presencia de la muerte y donde conviven personajes históricos, o sus prototipos, y personajes del bajo mundo, con sus lujurias y su moral, sus vicios y sus virtudes.
“El Arcipreste estaba ahíto de estupefacción.
Había jalado con unos caudillos
De una empresa de deportes toda la noche
Y juraba haber visto a Nike con las ninfas
En el harem del emporio.”
En un mundo igualitario, de personajes en permanente noche de copas y o de vida bohemia, conscientes de la brevedad de la vida, conscientes que la peste aguarda, se satiriza sobre las ambiciones y el poder, sobre las conspiraciones, las torturas, con un tiempo creado, que no es el pasado ni el presente, sino un tiempo estirado o tensado, un tiempo transreal, como Badilla lo llama y de sus contraposiciones. Una poesía delirante de los sentidos de la comida, del sexo, de la bebida, del poder y del éxito, donde ricos y pobres, cultos e incultos, conviven en una larga noche de San Juan, conscientes de que los une la omnipresencia de la puta muerte, perdón, la señora Muerte.
“A fines del tercer mes apareció Dylan Thomas borracho
Como cuba después de 18 güisquis
Quería velar al occiso en el White Horse antes de
Enterrarlo.”
Celebramos este año los cien años de nacimiento de José María Andrés Fernando Lezama Lima, o simplemente José Lezama Lima. Uno de los mejores homenajes, es justamente, este libro fascinante, de Sergio Badilla, libro de madurez, de llegada a un punto creativo y de inventiva francamente superior.
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